Fantasmas, apariciones, psicofonías, leyendas urbanas, seres de luz, objetos voladores no identificados y muchas historias paranormales, a caballo entre la leyenda y la realidad, fenómenos que conviven en armonía habitantes y esas historias del otro lado que unos prefieren creer a no vivir y otros tienen muy presente sabiendo y siendo conocedores que los misterios que encierra su pueblo son aún mayores que los expuestos en este viaje por los misterios cualquier localidad sevillana... Unos creerán en ellos y otros se acercarán curiosos a vivirlos pero lo cierto es que a ninguno dejará indiferente.
Hablábamos al inicio de este viaje a Palomares del Río del aparecido de la curva y no es la única historia de este tipo que encontramos en la provincia de Sevilla. Si subimos a la localidad de Sanlúcar La Mayor. Allí, antes de entrar en el pueblo, encontraremos la denominada como “Cuesta de las Doblas” de justificada fama por la cantidad de accidentes que se han producido en ella.
El accidente más grave que registró este punto negro de nuestra carreteras nacionales sucedió un 21 de Mayo de 1961, en ella un autobús con 63 personas que tenían como destino la aldea de El Rocío en Huelva cayó por uno de los precipicios de su cuneta, se cobró la cruel parca aquel día 22 vidas... Años más tarde haría acto de presencia la historia de la aparición de una chica espectral ataviada con un impermeable rojo que hace autostop en la zona. La noche es fría, lluviosa y el conductor se apiada de aquella joven deteniendo su auto y recogiendo a la bella y empapada viajera, habla poco y sólo articula palabra cuando advierte al conductor que más adelante ha habido un accidente y que si no modera la velocidad y extrema la precaución podría tener un accidente, en ese momento el conductor advierte a lo lejos, entre la cortina de agua, el siniestro y al comprender el extremo de la advertencia de aquella improvisada pasajera descubre como ya no está, se ha desvanecido dejando como mudo testigo un mojado asiento y gotas de agua en la alfombrilla del coche...
Automóviles, camioneros e incluso la Guardia Civil ha escuchado alguna vez esta historia que, si no fuera por las particularidades de la misma, no deja de engrosar la lista de leyendas urbanas que sobre aparecidos en una curva se narran habitualmente.
Nos desplazamos ahora a Dos Hermanas, a unos 10 kilómetros de Sevilla, la localidad nazarena se corresponde con el reparto de tierras que se hizo tras la conquista por el rey castellano Fernando III, su hijo Alfonso X, repartió las tierras conquistadas entre los soldados que habían participado en ella. El actual término municipal fue repartido entre varios, pero el que a la larga dio origen a la actual ciudad, fue el trozo que le correspondió a un adalid, (jefe de partida), de León llamado Gonzalo Nazareno, al que según el libro Repartimento de Sevilla le correspondió: "tres yugadas de heredad allende de Guadayra e aquende del Guadalquivir, es contra Xeres e es contra Lebrixa".
Cuenta la leyenda que guiadas por el sonido de una campana, encontraron un imagen gótica "triplex" representando a Santa. Ana, María y Jesús, alrededor de la gruta construyeron una iglesia, que junto a los cortijos adyacentes constituirían el germen de la actual ciudad.
En 1911 por Real Decreto se concede al Ayuntamiento el tratamiento de "Excelencia" ya que Dos Hermanas empezaba a ser importante en el comercio y la industria, en razón de haberse iniciado la actividad de sus almacenes de aceitunas, pioneros en la exportación a los Estados Unidos.
Pedrera está a unos 120 kilómetros de Sevilla, este pueblo además de las ya famosas apariciones de la No-Virgen de la Bola, tiene un lugar mágico para aquellos que tienen mala salud. Se trata del Arroyo del Búho cuyas aguas son recomendadas para las afecciones de la piel. Sus aguas parece que tienen propiedades curativas muy recomendables para la salud humana y las afecciones de la piel.
Son muchas las apariciones que decoran con un halo de misterio nuestra geografía andaluza, en muchas de ellas –las más polémicas- con un denominador común: la tergiversación y el negocio. Lo más puro se convierte en desdicha para muchos incautos al creer con inocencia en los que dicen ser mensajeros del más allá, mensajero divinos, mensajeros de Dios. Eso les pasó a los creyentes de Pedrera, que como muy bien dice el dicho popular “más que fieles, eran convencidos”.
En plena década de los 90, entre estas convencidas, estuvieron Carmen R. y Carmen B., quienes sugestionadas por la vidente Carmen L., donaron riquezas y halagos por petición expresa de la “Virgen de Pedrera” a través de la vidente para levantar una iglesia-ermita en un lugar determinado de la lejana, pero sevillana, localidad de Pedrera. Compraron el terreno a nombre de la vidente y pagaron la casa que pusieron a nombre de la “mística”. Pero como en tantos casos aparicionistas, de dudosa veracidad, la codicia y el engaño se escondían tras esta aparición y su vidente, así se puso de manifiesto en un programa de TV en Antena3 llamado “Al Descubierto”, en el año 1993, donde se destapaba la corruptela y que aquella supuesta “Virgen de La Bola” no era otra que Carmen L. sumergida bajo unas sábanas de seda a modo de fantasma con un candil en su mano con filtro rojo... Los testigos sólo podían ver la aparición de la “virgen” desde una lejana distancia que unido a la nocturnidad hacían del crédulo una realidad de fe sobre lo visto. Así la vidente, la falsa vidente, se convertía en actriz protagonista más propia de una película de serie B que de un enclave aparicionista.
San Nicolás del Puerto está a una centena de kilómetros de Sevilla, en plena Sierra Norte. Sus orígenes se remontan al pueblo Celta, quien antes que los romanos que allí se asentaron, ya conocían la importancia minera de plata y hierro que encierra este paraje. Los árabes continuaron extrayendo el mineral y su explotación continua con la extracción de minerales hasta mediados del siglo XX bajo concesión a una empresa minera británica. Hoy en día sus minas se pueden visitar transportándonos a un lugar sin igual de gran belleza donde el reflejo del hierro aún se ve en las paredes de sus oquedades.
Para los ufólogos también se ha convertido en un lugar de estudio, donde se han presenciado y tomado testimonio de varios fenómenos de contacto ufológico y de avistamiento. Muchos especialistas en la materia aseguran que la extracción del mineral sigue produciéndose, pero esta vez sus explotadores no son de este planeta.
Junto al puente de piedra romano por el que discurre el río Galindón se levantó una compuerta que retiene el agua durante el verano, formando una zona de baño pública que se denomina “La Playa de San Nicolás”. No lejos de allí, se encuentra un lugar de corrientes telúricas que harán las delicias de los amantes de las cuevas; “Cuevas de los Tobales” llena de estalactitas y estalagmitas.
En Sanlúcar La Mayor encontramos un caso que dio mucho que hablar en los diarios sevillanos. “Un OVNI aterroriza a un tractorista sevillano” así lo titulaba el diario “El Correo de Andalucía” desde sus leídas páginas. Era el 30 de enero de 1982 y Manuel Morato Román y el capataz se dirigían hacia un punto de la fina donde ambos trabajaban... al llegar al lugar “algo” ocupaba el llano, “algo” fluorescente que destacaba en la noche de Aznalcóllar... el frío y la visión heló a nuestros dos testigos quienes a las 21:00 h. de esa noche no daban crédito a lo que sus cansados ojos estaban viendo. El aparato se elevó en completo silencio y en poco tiempo se dirigió hacia La Cañada de Los Garabatos (otra popular finca de la zona)... Manuel Morato movido por la curiosidad buscó nuevamente y encontró al artefacto que parecía “un gigantesco puro envuelto por la niebla”, con más de 30 metros e iluminándolo todo en completo silencio. Desde punto cercano como Aznalcóllar o Gerena se observaron misteriosas luces e interferencias en sus receptores de televisión. A los pocos días el equipo de Joaquín Mateos Nogales se trasladó al lugar observando una gran quemadura sobre el terreno.
A Santiponce nos lleva la “S” de nuestro dietario del misterio de la provincia de Sevilla, a escasos 10 kilómetros de Sevilla tenemos en esta localidad dos citas ineludibles: Las ruinas de Itálica, teniendo sus orígenes en el año 206 a. C. por Escisión “El Africano” en su lucha contra los cartagineses, de esta localidad romana salieron personajes de la talla imperial como Adriano y Trajano. Regresando a Sevilla por la vieja carretera de la “Ruta de la Plata” encontraremos el Monasterio Cisterciense de San Isidoro del Campo, el cual se cree que estuvo enterrado durante años bajo sus suelos. San Isidoro tiene una gran importancia dentro del grupo protestante, ya que muchos de los monjes que aquí vivieron, fueron los mismos que tras huir de España por la Inquisición, escribieron la Biblia del Oso. Sus muros están llenos de leyendas de amor relatadas ya en este recorrido por los misterios de Sevilla.
En Salteras nos detenemos ahora para que Jesús Camacho y Fátima Barragán nos narren algo muy especial que sucede en su cementerio: “Todos nosotros sabemos que los cementerios como norma general son lugares especiales. Lugares donde acudimos a rendir culto y a recordar a nuestros seres queridos para llevarle flores y simplemente rezarles. Pero en ocasiones también nos podemos encontrar con cementerios cargados de hechos extraños. Este es el caso del cementerio situado a la entrada de la localidad sevillana de Salteras. Concretamente vamos a remontarnos hasta el año 2.003, exactamente hasta el 1 de noviembre, día de los difuntos. Como cada año acudían al cementerio cientos de personas a escuchar las misas que daba el sacerdote de aquel pueblo del aljarafe sevillano. Aquellas oraciones y recordatorios a aquellos difuntos se hacían justo en una pequeña plaza que tenía el cementerio. Allí ocurrieron unos hechos bastantes extraños. Todos los que se congregaban en aquella plaza aquel día pudo ser testigo de algo que ocurrió en una lápida concreta.
Eran las 12:00 de la mañana cuando de buenas a primeras mientras, el párroco del pueblo ofrecía la misa del día de los difuntos, cuando la mirada tanto de aquel buen cura como la de los cientos de personas que estaban en el cementerio ese día se fijaron en una de aquellas tumbas. Concretamente en la del vecino nacido en Salteras y afincado en Sanlúcar la Mayor José Moncayo Cortés. De buenas a primeras, según nos relata una testigo, empezó a levantarse un viento tremendo. Nos recuerda aquella buena mujer que esa mañana no hacía ni pizca de viento, todo lo contrario, hacia una calor inaguantable en aquella explanada. Vimos una especie de pequeño tornado alrededor de aquella bonita lápida. Todos, la verdad que nos sobresaltamos mucho porque estaba siendo muy extraño. Primero nos extrañó mucho que un día de calor, tan soleado y que no había pizca de aire, se pudiese formar aquella ventolera de buenas a primeras. Después esa especie de tornado con color blanquecino y que justo no paraba de dar vueltas en aquel lugar justo al lado de aquella tumba con el nombre de un viejo conocido de nosotros y del pueblo entero de Salteras.
La misa, a pesar de aquellos hechos extraños que todo el mundo congregado allí pudo contemplar, prosiguió su misa con toda normalidad. En aquel cementerio existía un antiguo guarda en aquellos años, ya hoy día no existe tal vigilante, que se dedicaba a guardar todo aquel recinto dando vueltas y vueltas y comprobando que todo estaba en orden. Él tuvo que ser la persona que fuese testigo al caer la tarde-noche de algo que como a cualquiera, le cambiaría la vida ya para siempre e incluso de lugar de trabajo.
Mientras paseaba por las calles de aquel cementerio de Salteras, ya con el cielo oscurecido, escuchó unos pasos tras él. Evidentemente como cualquier profesional en su lugar hizo caso omiso a lo sucedido y continuó trabajando en el lugar, ya casi a punto de terminar con su turno de trabajo. Realizando la última caminata, a punto de cerrar el cementerio, vio algo que no podía dar crédito. La lápida de aquel hombre antes nombrado, José, comenzó a moverse de un lado para el otro, como si estuviera siendo movida por manos invisibles. El hombre que se encargaba de guardar el cementerio se acercó para verificar que lo que estaba viendo a tan solo veinte metros de donde él se encontraba estaba siendo real. Mientras más se acercaba más se movía aquella lápida, pero no solo aquel cuadrado de mármol era lo que se movía son control, sino que las letras, estaban bailando unas con otras. ¿Cómo se podían mover las letras incluso, todas sin ningún orden? El guarda solo hizo lo que cualquiera de los mortales hubiera hecho en su lugar, salir de allí lo más rápido que pudo.
A la mañana siguiente lo primero que hizo este hombre es ir al lugar donde habían ocurrido los hechos nada más abrir. Todo estaba intocable... todo en su sitio, letras ordenadas, lápida en su posición exacta, como si nada de lo que vio en la tarde-noche anterior hubiera ocurrido nunca.
Y ustedes se preguntaran el porqué de estos hechos, que motivo a alguna fuerza sobrenatural a hacer todo aquello que paso ese día en aquel concreto lugar. Pues todo pudo tener una explicación de lo más racional posible, dentro del misterio que entraña el caso. Por motivos de trabajo, los familiares de José, fallecido dos años antes, no pudieron asistir ese día a la misa de los difuntos. Quizás el hecho de que el espíritu de José no viese a los familiares allí pudo causar aquella extraña y misteriosa escena, ya casi a punto de cerrar el guarda. Jamás ha pasado esto nunca más en aquel cementerio de Salteras desde los hechos ocurridos aquel uno de noviembre de 2.003. Lo cierto es que este caso seguramente pasara a la historia de unos hechos extraños que ocurrieron en aquel bello camposanto”.
En materia OVNI Joaquín Mateos Nogales refería sobre un incidente en esta bella localidad: “Cipriano Olea Carmona, natural de Albaida, en la finca El Polvillo, cuando araba, vio en el cielo un objeto con dos luces rosasazuladas, intermitentes. Creyó que era un avión, pero comenzó a descender hacia donde estaba, situándose a una altura aproximada de 150 metros. Las luces dejaron de hacer intermitencias, apagándose; pero se encendió otra más potente, amarillenta, también intermitente. Apagó la luz del tractor para ver mejor el suceso y evitar que lo viesen, observando que bajaron hasta unos 15 metros de la tierra, iluminándola; subieron de nuevo apagándose la fuerte luz y volviendo las intermitencias primeras. El avistamiento duró unos diez minutos”.
Nuestro viaje aún no ha acabado, aún os queda mucho más por descubrir...